En 1750 la Academia de Dijón premió esta obra, que en efecto, respondía a la pregunta acerca de si el restablecimiento de las ciencias y de las artes ha contribuido a depurar las costumbres. “Se han corrompido nuestras almas a medida que nuestras ciencias y nuestas artes han avanzado hacia la perfección”, afirma el autor, quien suscitó en la época no solo el escándalo que le proporcionó una celebridad que él mismo no buscaba, sino innnumerables respuestas de filósofos de su misma talla. Hay quienes incluso sostienen que con ella, Rousseau se ha encontrado a sí mismo.
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